Antonio abre sus ojos y se despereza con un gran bostezo dando la bienvenida a un nuevo día. Tiene el tiempo justo para prepararse y ir a desayunar. Pero primero tiene que ponerse al día en su agenda.
Después de vestirse, se sienta un momento en la mesa que hay en su habitación y escribe su lista de quehaceres del día que es bastante grande. Luego desayuna café y croissant y sale a la calle.
Compra unas flores en una floristería que le queda de paso para ella, la que está siempre en su mente, la vaya a ver o no. Pasa por el café donde trabaja y le deja las flores a Elizabeth antes de que su chica comience su jornada de trabajo.
¡Su chica, qué bien le suena eso!
Marilena no recuerda haber tenido un sueño tan bonito en mucho tiempo. Cuando sonó su despertador como cada mañana, no tenía ningunas ganas de levantarse, pero hizo acopio de su sensatez y su sentido del deber y se destapó para levantarse de la cama, pensando en cuál sería el día en que se despertara junto a él entre las sábana.
Se duchó con agua fría y entonces terminó de despertarse, un café, un sándwich y de vuelta al trabajo como cada mañana. En el camino se acordó que iba a verse por la tarde con Elizabeth, su mejor amiga. ¡Tenía tantas ganas de ponerla al día con todo!
Los padres de Marilena ya estaban en el trabajo, siempre se apresuraban y empezaban el día antes que ella. Ese día Elizabeth estaban también lista.
¡Buenos días papá! ¡Buenos días mamá! ¡Hola Eli, buenos días! - saludó Marilena sonriente. -
¡Buenos días pequeña! - la saludaron sus padres con cariño. -
¿Todo bien? - preguntó Marilena. -
Estupendamente - respondió Elizabeth. -
La mirada de Marilena recorre el mostrador, es su manera de verificar que todo va correctamente para dar paso a una nueva jornada. Casi se le pasa por alto algo que no hay todos los días encima del mostrador, un ramo de flores.
¿Qué es esto? - pregunta Marilena sorprendida. -
A lo que Elizabeth pregunta:
¿No lo ves?
Si.. pero... ¿son para mí? - vuelve a preguntar Marilena, que no cabe en sí de su asombro. -
Yo creo que sí... asegúrate y lee la tarjetita - le dice Elizabeth. -
Marilena saca una pequeña tarjeta de un sobre rojo que está al lado de un enorme ramo de hermosas flores perfumadas y multicolores, y lee para sí:
"No hay un segundo de mi vida en que no piense en ti. Te llevo en mí, siempre. Antonio."
Al leer el mensaje a Marilena se le puso un rubor en las mejillas.
Ah! ¿Pero no vas a decirme lo que está escrito? - exclamó Elizabeth, bromeando. -
Marilena la mira ruborizada, quiere mantenerlo en secreto. Pero Elizabeth se la quita por un momento de las manos y lee lo que está escrito.
¡¡Eli dámela!! - grita Marilena. -
Entre nosotras nunca hubo secretos, y nunca los habrá - dijo Elizabeth. -
Sólo tenías que darme un momento - dijo Marilena. -
Ya, ya, ya... - dijo Elizabeth. -
¡¿En serio pensabas que no iba a contarte?! - dijo Marilena. -
Tienes tanta suerte, tu novio es un buenazo. Y las flores son preciosas - le dijo Elizabeth. -
¡Que no es mi novio! - dijo Marilena avergonzada. -
Y entonces... ¿Qué es? - dijo Elizabeth con la intención de pillarla. -
Pues, pues... - mira al suelo, y desmiente. - Si, es mi novio, estoy enamorada, feliz, loca por él. ¿Pasa algo?
¡¡Estoy tan feliz por ti, Marilena!! - dice Elizabeth. - Venga, ve a poner las flores en agua o no te aguantarán a llegar a tu casa.
Eli... ¿Querrías ir a casa a comer algo hoy? - pregunta Marilena. -
¡Claro! Desde que vives con tus padres no estoy en tu casa. Aún no me has enseñado tu piso de... soltera - dijo Elizabeth. -
¡Y no por mucho tiempo... creo! - dijo Marilena. -
Marilena sonríe pletórica.
Venga, que nos queda una jornada aún por delante... - terminó diciendo Elizabeth. -
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