Marilena.
Los primeros rayos de sol empiezan a asomar por la ventana de la habitación de Marilena, que despierta con un rostro relajado y radiante. Tiene ganas de ir a trabajar a Strawberrys Cream, porque quiere saber cómo ha descansado su amiga Eli.
Cuando llega a la pastelería, después de ducharse y arreglarse a toda prisa, corre a abrazar a Eli.
¿Cómo estás? - le pregunta Lena a Eli. -
Estoy bien, he dormido muy tranquila después de haberte contado aquello - respondió Eli, mientras le decía, miraba a los lados intentando ser discreta. - ¿Y tú?
Estoy muy bien, me alegra mucho de que hayas tenido la confianza en mí para contármelo - dijo Lena, no muy alto, pues quería salvaguardar el secreto de ajenos. -
Antonio.
Antonio no veía la hora de poder ir a correos a enviar la carta que contenía aquel afectuoso mensaje que escribió por fin pensando en sus progenitores. Cuando abrió los ojos, recuperando de la jornada del día anterior, y bostezó todavía en la cama, no pudo evitar acordarse inmediatamente de sus padres, y de su amada Lena.
Estaba contento, hoy volvía a ver a su enamorada.
No tardó en estar listo para salir de nuevo a enfrentar un nuevo día. Sus piernas se sabían el camino de memoria, caminaba casi inconsciente hacia Strawberrys Cream, el lugar donde había encontrado el amor.
¡Buenos días! - le dijo, mirando a Lena dulcemente a los ojos cuando la vio. -
Cuando el día empieza mirándote, siempre empieza bien - contestó Lena a modo de saludo. -
¿Qué tal ayer, querida? - preguntó Antonio. -
En ese momento, Lena y Eli comparten una mirada cómplice, y Lena contesta:
De esos días que no se olvidan.
A Antonio le da curiosidad saber el motivo por el que se miran así, el motivo por el que fue un día inolvidable, pero prefiere dejar que esas amigas especiales mantengan su secreto.
Algún día de una u otra manera puede que lo descubra.
Marilena.
Hoy es otro día de trabajo para Lena. Estar enamorada hace que lo vea todo más bonito, como si volviera a ser niña, como si sintiera ilusión por todo lo que viera.
Aunque esperaba ver a Antonio, no esperaba encontrarse con él tan temprano, y eso le gustó mucho. Antonio, como siempre tan amable y respetuoso, se mostró comprensivo al no querer saber al menos por ahora, lo que había descubierto hablando con Eli.
Marilena había atendido a algunos clientes antes de hablar con Antonio, pues quería hacerle impacientar un poco.
No le preguntó lo que quería beber, ni lo que quería comer. Simplemente le sorprendió con un desayuno que le trajo sin preguntar a su mesita, una tarta de un sabor inigualable.
¿Te gusta? - pregunta Lena. -
Antonio miró su cara ilusionada con los ojos muy abiertos y expresión de sorpresa.
Felicidades... - susurró para que sólo él escuchara - es que tal día como hoy hace dos meses que la vida me cambió por completo después de conocerte a ti.
¿Dos meses? - preguntó Antonio con sorpresa. - ¡En qué momento han pasado ya dos meses en Nueva York!
Antonio ignoraba qué tenía la ciudad de los rascacielos para que el tiempo se pasara tan rápido sin apenas haberse enterado. Estar ahí era como estar permanentemente en un parque de atracciones, rodeado de tantos estímulos que a veces el reloj es el objeto que menos miras. Entre sus proyectos, y Marilena, los días se hacían muy cortos, y pasaban muy rápido.
¡Si! Aquel día 15 de abril de 1958, fue el maravilloso día en que te conocí, hoy hace dos meses - dijo Marilena. -
Los meses más bonitos de mi vida - exclama Antonio. -
¡Soy la mujer más feliz del mundo contigo! Te mereces tanto... - dijo Lena. -
Gracias, gracias, gracias princesa - dijo Antonio, que no pudo estar más agradecido. -
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