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XVII Una cena romántica

 Marilena buscó en su armario ropero y escogió uno de sus trajes favoritos, de los que guardaba siempre para momentos especiales. Momentos como aquel. Un traje azul no demasiado oscuro, que realzaba su figura, y lo acompaño con un colgante dorado con una piedra maravillosa al cuello. Se roció con uno de sus perfumes favoritos, con un olor que en el fondo deseaba que Antonio recordara en su persona para el resto de su vida juntos. Unos pendientes, tacones. Y... ¡casi se le olvida! Un maquillaje luminoso pero natural y algo sencillo en su pelo. 

Antonio

Lo que Michael le había dicho aquella mañana había dejado a Antonio algo descolocado. Mientras se preparaba para otra de sus esperadas citas con Marilena, pensaba en cómo arreglar el proyecto. 

¡Pero olvídate de eso por un rato! Vas a quedar con Lena! ¡Disfruta! Todo saldrá bien... - se dijo para tranquilizarse. - 

Antonio se puso su pantalón y su chaqueta más elegantes, pero también con un toque informal. El perfume que utilizó se lo regalaron sus padres hace tiempo y le dijeron que era especialmente para que se lo pusiera en momentos especiales. Para él, aunque sus padres no lo supieran, aquel era un momento especial. 

Marilena andaba ya al lugar en el que volvería a mirar a aquel hombre de ojos verdes y pelo castaño claro que le había robado poco a poco el corazón, aún cuando ella no creía en poder volverse a enamorar. 

Antonio no veía la hora de volver a encontrarse con aquellos ojos azules de Marilena, a disfrutar de esa mirada que en aquel momento iba a ser solo para él, sin más. 

Marilena llegó primero, esperaba sentada, con mirada impaciente y algo nerviosa, en una mesa en una esquina que parecía estar rodeada de un clima más íntimo. 

Antonio caminaba inquieto, entusiasmado pero también nervioso. Se imaginaba muchas escenas locas que podían pasar en ese momento, pasar por alto la entrada del café donde quedó con Marilena, que una moto pasara por su lado y lo dejara perdido de agua de un charco, o que directamente se pusiera a llover fuerte y el viento acabara con su paraguas. Pero... por suerte, no pasó nada de eso. 

Al fin llegó a la puerta del restaurante, no era de los más costosos de la ciudad, pero su elegancia lo hacía perfecto. 

Antonio la buscó, tuvo que mirarla dos y tres veces porque la Marilena que veía era de ensueño, tenía la costumbre de verla con el uniforme de trabajo, y aún así le parecía la persona más bonita del mundo. De su mundo. 

Marilena siempre había visto a Antonio vestido de manera elegante, con chaqueta y pantalón de vestir. Pero en ese momento, lo encontró mucho más guapo. 

Antonio y Lena se miraron a los ojos y se trasladaron a ese mundo que ambos creaban al mirarse en el que se encontraban solo ellos. Ese mundo que nunca querían abandonar. Esa íntima conexión, que evidenciaba esa mirada tan bonita que se dedicaban, pero que nadie imaginaba lo especial que era para ellos. 



Estás preciosa, nunca te imaginé tan bella - dijo Antonio maravillado. - 

Me haces sentirme una princesa, a tu lado soy la mujer más afortunada del mundo - dijo Lena. - 

Antonio y Marilena se envolvieron en un abrazo, Antonio se sintió embriagado por el olor del perfume de Marilena, que nunca olvidará; Marilena percibió el perfume de Antonio y quiso guardar el olor para si eternamente en algún lugar de su memoria. 

Antonio aparta un mechón de pelo de su chica y le da un beso suavemente a Marilena en el cuello,  Marilena acaricia el pecho de Antonio por encima de su suave camisa, y le devuelve el beso en sus labios. 

Se cogen de las manos. Y leen la carta. Pasta, carne, pescado... 

¿Que te apetece? ¿Carne? - pregunta Antonio. - 

Pues... si. Por ejemplo esto - dice Marilena señalando la carta. - 

Antonio y Marilena piden brushetta y carpaccio de ternera para empezar, para el primer plato Marilena pide una ensalada de pasta con verduras frescas, mientras que Antonio se decanta por los clásicos pasta con tomate y albahaca. Los dos brindan por su amor con un buen vino. 

Tienes unas buenas ideas culinarias jajajaja - dice Antonio. - 

Puede ser... eso ya lo veremos - dice Lena, enigmática. - 

¡Y vino! ¡Un buen vino! - dijo Antonio. - 

¡Que sea blanco! - dijo Lena. - 

Vale... tú ganas - dijo Antonio. - 

Y el postre también lo elijo yo! - dijo Lena. - 

¡Por supuesto! El postre para la experta! - dijo Antonio, riendo. - 

Así que piden al camarero que muy gentil se retira y vuelve a dejarlos solos. 

Marilena mira hacia el pequeño escenario que hay en un lado del restaurante, y ve un grupo que le suena familiar, un cuarteto que le gusta mucho, y que no es la primera vez que escucha tocar. Son su inspiración, sueña con que algún día pueda formar un grupo así. Es perfecto. 

¡Me encanta ese grupo Antonio! Son maravillosos, me inspiran mucho - le confiesa Lena a su chico. - 

Suenan realmente bien, estoy tan a gusto! - dijo Antonio. - 

La vie en rose 🎶! Amo esa canción! Es de mis favoritas! - dijo Lena. - 

El camarero vuelve con la comida y empiezan a probarlo todo, parece que tiene un sabor exquisito. 

¿Qué tal esta mañana, cariño? - dijo Lena. - 

Antonio da un suspiro un poco de desesperación y le comenta. 

Esta mañana he tenido reunión otra vez, como de costumbre. Ya tenía el encargo publicitario hecho, pero me han dicho que el cartel no es lo suficientemente atractivo y que no llama suficiente la atención, que debo prestar más la atención en destacar los beneficios del perfume, pero... no sé realmente cómo conseguirlo... - Antonio mira a Marilena un poco preocupado. - 

Amor, pero las cosas nunca salen perfectas, inténtalo, seguro que esta vez te saldrá mejor, ¿acaso crees que todos los dulces que tu pruebas en la pastelería han salido bien a la primera? - le pregunta Marilena. - 

Ya lo sé... Pero me siento un poco frustrado... - dijo Antonio. - 

Sé cómo te sientes cielo, es normal, pero lo superarás - dijo Marilena. - 

Marilena besa a Antonio, para animarlo y demostrarle que pase lo que pase, estará con él. 

¿Y tú cariño? ¿Como estás? ¿Alguna novedad? - pregunta Antonio. - 

Estoy nerviosa... - contesta Lena. - 

¿Y eso por qué? - dice Antonio acariciándole la cara y mirándola con ternura. - 

Porque... En una semana tengo la audición del final de mi curso de violín - dijo Lena. - 

Pero si me tienes embelesado cuando te escucho tocar tu violín, ¿Qué te preocupa? - dijo Antonio. 

Bueno, un músico tambien tiene sus preocupaciones, temo quedarme en blanco, temo equivocarme de nota, de tempo... Tiene que salir todo perfecto... - dijo Lena. - 

¡Te saldrá todo perfecto! - dijo Antonio. -

Y así, demostrando tener fe infinita el uno en el otro, parecen calmarse y olvidarse de todo, tan solo fijarse en sus miradas enamoradas y en todos los sentimientos bellos que se trasmiten, al menos por un rato, al menos por unas horas, al menos por el resto del día que les queda. 

Es el momento del postre y la pareja comparte un trozo de tarta de requesón y frutos rojos, Marilena convence a Antonio de ese sabor diciéndole que es la mejor versión de esa tarta que ha probado nunca. 

¡Pero no se lo digas a nadie! - susurra Lena. - 

Mientras comparten la tarta, Antonio busca en su bolsillo y le ofrece un pequeño detalle a Marilena, que lo mira con sorpresa. Abre la cajita y ve una cadena de plata con una pequeña medalla en forma de corazón. Detrás puede leerse grabado Siempre juntos y la fecha. 

Podremos estar juntos, o separados, pero ni el tiempo ni la distancia impedirá que nos sintamos juntos el uno del otro - dice Antonio poniéndole la cadena. - 

Marilena le corresponde con una de sus mejores sonrisas de agradecimiento. 

Como siempre, a Antonio y Marilena se les pasa el tiempo más rápido de lo esperan. Así que ya los podemos ver pidiendo la cuenta y marchando, justo en el momento de la noche en que el cuarteto avisa de que va a tocar un último tema y a acabar la actuación. 

Puede que para aquellos músicos fuera un día de trabajo cualquiera, pero para Antonio y Marilena era una noche especial, colmada de momentos íntimos que no olvidarán.

Antonio de nuevo acompaña a Marilena a casa, la besa dulcemente en el portal, y luego se marcha a su casa con una sonrisa en los labios. 

Bajo el cielo estrellado de Nueva York, Antonio se detuvo en el portal del edificio de Marilena. El ruido lejano de la ciudad formaba una banda sonora a su despedida.

Gracias por la cena, Antonio. El restaurante era increíble", dijo Marilena, ajustándose el bolso en el hombro.

El placer fue mío", respondió Antonio, con una sonrisa sincera. "Me alegra que te haya gustado".

​Un silencio cómodo se instaló entre ellos, lleno de las palabras no dichas y la electricidad de la noche. Antonio, en un gesto instintivo, tomó la mano de Marilena. "No sé si lo sabes, pero he estado deseando esta noche desde que te conocí".

Las mejillas de Marilena se sonrojaron suavemente. "Yo también, Antonio. Yo también".

​Él se inclinó y, con delicadeza, besó su frente. "Hasta pronto, Marilena. Sueña con los rascacielos".

​Marilena asintió, su mirada fija en él. "Y tú con las estrellas".

​Con un último adiós, ella abrió la puerta de cristal del portal y entró. Antonio la vio desaparecer en el ascensor. Se quedó un momento más, con las manos en los bolsillos, el corazón lleno de la promesa de una próxima cita en la ciudad que nunca duerme.





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