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XIX Un concierto memorable

 A medida que va pasando la mañana, Marilena se va sintiendo más y más nerviosa, pues sabe que a las 11:00 h. tiene por fin su última y más importante audición de violín, que tanto ha preparado. Esa que, pese a sus nervios, ha estado esperando durante tanto tiempo. 

Tenía suerte de que no era ella sola la que iba a exponerse ante el tribunal que iba a calificarla. Le producía alivio compartir ese momento con algunos de sus compañeros. 


Enrietta y Julia, sus compañeras, iban a estar con ella todo el rato, como una piña. Además era de las mejores amigas que tenía en el conservatorio. 


Enrietta es una guapísima pelirroja de ojos verdes que toca el violonchelo. Aunque Marilena tiene unos bonitos ojos claros, vive enamorada de los ojos de su amiga. Julia tiene el pelo castaño y los ojos pardos, algo verdosos, es pianista.


Sabían meticulosamente todo el Nocturno op.9 num.2 de Frederic Chopin, la obra que habían adaptado para exponer delante de sus profesores Josephine Brown y Paolo. Julia se sentía atemorizada porque no quería que le temblaran las manos mientras tocaba. Habían repetido tantas veces el Nocturno que era difícil sacárselo de la cabeza, tal y como pasa con tus canciones favoritas, o al menos eso le pasaba a Marilena.


El auditorio, un mar de rostros expectantes, se llenó de un silencio solemne. Marilena, con su violín apoyado en el hombro, subió al escenario junto a sus dos grandes amigas: la pianista, con una sonrisa tranquilizadora, y la chelista, con la mirada fija en el horizonte. Aquel no era un concierto cualquiera; era la culminación de años de esfuerzo, el eco de innumerables ensayos, la melodía de su amistad.


Antes de empezar a tocar, y ya en sus puestos, compartieron unas miradas nerviosas como para darse ánimos entre las tres. La música empezó temblorosa, pero cuando llegaron al punto álgido de la música, mostraron todos los matices necesarios que hicieron que la obra musical resultase emocionante y conmovedora.



Las tres jóvenes maestras de la música sintieron la suave brisa de la noche oscura, tal y como el compositor pretendía trasmitir en el momento en que la compuso, imagino que por eso se llama Nocturno. Marilena y la música están perfectamente conectadas, su manera de interpretarla refleja su pasión y su gran dedicación. Las notas que se desprenden de forma mágica de su violin, son claras y muy precisas. Se palpa a la distancia la conexión que tiene con sus compañeras, su interpretación es un verdadero trabajo en equipo, aunque no hayan podido ensayar juntas todo lo que les gustaría.

Eran una sola voz, tres almas conectadas por la música. No solo interpretaban la partitura; la vivían, se contaban historias con cada vibrato y cada acorde. Al llegar al último compás, las tres se miraron. Una última nota, suspendida en el aire, se desvaneció.

Al momento en que terminaron de tocar, Julia, Enrietta y Marilena se miraron orgullosas y mucho más tranquilas, ya estaba hecho, y aunque no sabían la valoración de los profesores, al menos ellas se sentían satisfechas.


El estruendo de los aplausos fue atronador. El público, puesto en pie, aclamaba la magia que acababan de presenciar. Marilena, con lágrimas de emoción en los ojos, abrazó a sus amigas, el violín aún entre sus manos. Aquella noche no solo había tocado para el público, sino también para ellas, por ellas. Habían demostrado que la música no se hace en solitario, sino con el corazón de los que te acompañan.


Josephine comenzó a hablar:


Así que habéis tocado el segundo de los Nocturnos de Frederic Chopin, el más conocido, que compuso entre 1830 y 1832.


La profesora tenía la costumbre de exponer algo del contexto sobre cada obra que interpretaban. Muchas veces resultaba asombroso porque sabía algunos datos de muchas obras musicales diversas de memoria.


Han comenzado dándole la expresividad y brillantez a la primera parte de la pieza que esta se merecía, la melodía sonaba como debía, tranquila y melancólica. Perfectamente afinada en si bemol menor.


Está perfecta, aunque se ha notado muy tímidamente al principio vuestros nervios, aprenderéis a controlarlos con el tiempo - continuó la profesora. -


Imagino que sería por la importancia del examen, de todas formas el temple a la hora de salir a tocar siempre te lo dará la experiencia - dijo Paolo. -


Bueno, nos ha encantado escucharlas, pronto sabrán sus notas - terminaron de decir los profesores. -


Las chicas recogieron sus instrumentos, todas menos Julia, que había tocado un piano de cola prestado por el conservatorio, y salieron con caras resplandecientes de alegría.


¿Tú qué crees? ¡Les ha gustado! Creo que al menos nos aprobarán... - dijo Marilena. -


Noté que disfrutaron mucho, seguro que estamos más que aprobadas - dijo Julia. -


El único fallo que tuvimos fueron nuestros nervios - lamentó Enrietta - pero son normales, no conozco a ningún músico que no los tenga.


Ay... no seas así! Seguro que eso no nos jugará una mala pasada - dijo Julia. -


Tanta satisfacción entre las colegas había que celebrarlo, así que las tres fueron a tomar unas copas, para brindar y combatir el calor que día a día aumentaba.


Mientras hablaba con sus compañeras, Lena sentía ganas de contarle a Antonio la buena nueva.


Después de tantos años estudiando música con su violín, Marilena siente que ha crecido como músico y como persona, y está lista para enfrentar nuevos desafíos y oportunidades. El futuro se ve brillante para ella, aunque le resulta especial el negocio familiar y piensa que le cuesta dejarlo, su ilusión es ver que le depara el destino a continuación de su carrera musical.


Para Antonio, mirar los cuadros que su colega tenía expuestos suponía salir un poco de su zona de confort, abrir su mente. Reconocía que el estilo que había aprendido parecía bastante clásico en comparación con el que parecía predominar en esos años. A finales de esta década había nacido el expresionismo abstracto, que está enfocado en la expresión de las emociones y en el que se experimenta con nuevas técnicas y materiales. Antonio empezó a tener ilusión por conocer a los artistas del momento en Nueva York, como Jackson Pollock, Willem de Kooning y Mark Rothko. ¿Y si empezara a experimentar con la pintura en acción y el color field?


Aunque a Antonio y Marilena les gustaba mandarse escritos y cartas a menudo, además de verse en persona, lo cierto es que también podían hablar por teléfono, cosa que si no se veían les hacía bastante ilusión. En cambio, Antonio temía que le saliera muy cara la llamada hacia Italia para hablar con sus padres, por eso estaba pensando que era mucho mejor mandarles una carta acompañada por un pequeño regalo y una postal neoyorquina.


Cuando Antonio salió acompañado de Tom otra vez a la calle, ya que habían terminado de ver la exposición de cuadros, Tom le señaló un imponente edificio en el otro lado de la carretera.


Ojalá algún día pueda exponer mis cuadros ahí - dijo, soñador. -


Confío en que así sea, y también confío en que pueda ir escalando yo también jajaja - dijo Antonio. -


Seguro que todo le irá bien - dijo Tom. -


Antonio compró unas postales de Nueva York en un bazar que le quedaba de paso en su camino y fue a correos para enviar la carta a sus padres. Recordándolos se había sentido nostálgico.


Al día siguiente Antonio vuelve a reunirse con Michel y le enseña la nueva versión mejorada del cartel publicitario para el perfume.


¿Qué es esto?", preguntó Michel, con una pizca de impaciencia en la voz.


Antonio sonrió, el brillo de la expectación en sus ojos. "Es la campaña de nuestro perfume. La que nos hará ricos", respondió, antes de darle la vuelta al cartel.


La imagen era impresionante. No era la típica foto de una modelo posando. En el centro, una mujer de espaldas, con un vestido largo y fluido que parecía estar hecho de la noche misma. En su mano, en lugar de un frasco de perfume, sostenía un violín, su silueta dibujada por la luz de una farola. El eslogan era simple y evocador: "Marilena. La esencia de la noche".



Este perfume no es solo una fragancia. Es una sinfonía, una noche de verano, el recuerdo de una melodía. Es ella".

Michel se levantó y se acercó al cartel, pasando los dedos sobre el papel. "Es arriesgado... y a la vez, genial", admitió. "Este cartel no vende un perfume. Vende una historia, una emoción. Es brillante, Antonio".


Antonio le dio una palmada en el hombro, con el alivio y la felicidad reflejados en su rostro. "Lo sé, Michel. Lo sé".


Dentro de poco podrás ver tu cartel por las calles de Nueva York - dijo Michael. -


¿De veras? ¿Estaré preparado para eso? - dijo Antonio. -


Claro que lo estará, y lo celebraremos a lo grande, está usted invitado a la presentación del perfume, no se podía llevar a cabo sin su buen hacer - dijo Michael. -


Para Antonio todo aquello era como un sueño, llegó a Nueva York con nada, y tiene... ¡mucho!











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