Recostado en la butaca de ventanilla de un moderno avión de los años cincuenta se encuentra nuestro protagonista, extasiado mientras observa como se va alejando poco a poco de su Roma natal y comienza a calcular las horas que le quedan para pisar por primera vez tierras neoyorquinas. Se siente ávido de aventuras, en una ciudad tan llena de estímulos nuevos y fuente de nuevas ideas para un empresario de arte como él cuya meta es obtener nuevos conocimientos y experiencias.
Para alguien con ganas de encontrar éxito en alguna parte como él, la Nueva York de los años cincuenta era como un sueño que había estado pensando hacer realidad hace muchos años atrás. Conocer la Gran Manzana había sido uno de sus objetivos desde que era adolescente, cuando se perfilaba en su interior que quería dedicarse al arte, desde que tuvo aquel sueño se planteó poder vivir grandes aventuras.
Más pronto que tarde, o al menos, así le pareció a él, pudo escuchar el mensaje de que Nueva York tiene muy buena temperatura ese día, corren brisas pero no vientos fuertes, y que está muy agradable para que, si las energías lo permiten, se pueda empezar a conocerla nada más llegar. Así que, ni corto ni perezoso, fue lo que hizo.
Estaba tan absorto mientras pensaba en todo lo que iba a hacer cuando estuviera en sus calles después de salir del aeropuerto que casi se le olvida que tenían que volver a revisar su pasaporte:
¿Su nombre señor?
Antonio - contestó -
¿Tiene su pasaporte?
Aquí está.
Gracias.
¡Bienvenido a Nueva York!
Qué ganas tenía de escuchar eso - pensó - . Casi le hubiera hecho falta un pellizco para darse cuenta de que al fin no era un sueño, que ya era una realidad, comenzaba su aventura.
Apenas había aterrizado en plena Gran Manzana, se encontraba paseando por sus calles. Entre tantos edificios vio uno que le llamó especialmente la atención en la gran avenida. Pensó que las dos de la tarde (la hora que marcaba su reloj) era buena hora para tomar algo, pero... seamos sinceros, no fue por eso realmente por lo que entró en aquella pastelería.
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