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¡Hola!
¡Espero que te guste!
Antonio
Había puesto la alarma a las ocho de la mañana, pero no le hizo falta sonido alguno que lo despertara. El sol que se dejaba ver por el gran ventanal de la habitación le despertó con una inmensa sonrisa en la cara. Su primer pensamiento, ella. Ya tenía claro a donde iba a ir a desayunar.
Te estás pasando un poco - se dijo para sí mismo - nunca habías creído en ese tipo de amor, estás irreconocible. Vete despacio, que te estás ilusionando y ya sabes que las prisas no son buenas consejeras. ¿Qué me está pasando? Tengo un buen puñado de proyectos en que invertir mi tiempo aquí, y mi cabeza sólo piensa en ella.
Pero... como todos sabemos a excepción de nuestro protagonista, al parecer, siempre hay que dejar tiempo para los imprevistos. Porque en algún lugar está escrito:
¿Para qué quieres una vida si no la estás aprovechando? No se puede vivir con miedo toda la vida. La vida es así. Te caes, te levantas y te vuelves a caer.
Casi sin darse cuenta, sus piernas le llevaban de nuevo al café, como si no tuvieran conexión alguna con su cabeza, como si fueran por libre.
¡Buenos días! ¿En qué te puedo ayudar? - le preguntó otra de las dependientas -.
¡Buenos días! Un café y un sándwich, por favor - pidió el un poco de mala gana. -
Antonio entró en la pastelería, esperando ver a Marilena detrás del mostrador. Sin embargo, se sorprendió al no verla allí. En su lugar, estaba su amiga y empleada Eli, sonriendo amablemente.
¿Qué pasa? preguntó Antonio, intentando sonar casual. "¿...no está trabajando hoy?"
Tuvo la esperanza de que, al rato de estar desayunando, pudiera volver a verla. Pero no... debió considerar que los turnos de trabajo son tan diferentes como vidas distintas hay en el mundo. Hoy no debe ser su día de suerte... la guapísima dependienta de el día anterior tendría su día libre.
No pasa nada, - pensó para sí mismo, como para darse ánimos - no desesperes, tan sólo estás llegando a Nueva York, y te quedarás aquí una buena temporada. El señor gentleman tendrá más oportunidades.
Mientras desayunaba sacó su libreta, esa en donde escribía en forma de largas listas lo que tenía que hacer cada día, con la intención de organizarse, comenzó a planificar su día, anotando las tareas que debía realizar y los lugares que quería visitar. Sin embargo, no podía dejar de pensar en Marilena, la bella desconocida que había conocido en la pastelería. Se encontró sonriendo al recordar su sonrisa radiante y su personalidad cálida. Se preguntó qué estaría haciendo en ese momento y si estaría bien después de no haberla visto en la pastelería. Unas veces, sus listas de quehaceres eran enormes y le agobiaban porque rara vez conseguía hacer todo lo que se proponía, otras veces la lista era pequeña, y acababa el día satisfecho porque había logrado todo lo que tenía propuesto hacer. La de hoy, la de hoy era larga, pero no demasiado. Pero... le parecía interminable, su cabeza, sus pensamientos no colaboraban, era solo ella, ella, ella... Ella era el enigma que quería resolver.
Por un lado, sentía curiosidad por saber más sobre Marilena y su vida, y la empleada podría ser una fuente valiosa de información. Por otro lado, no quería parecer demasiado interesado o intrusivo.
Una parte de sí quería coger a su compañera por banda y sonsacarle todo lo que sabía, esa era su parte "más loca y gamberra", ya se sabe esa parte del cerebro en la que parece que hay un diablillo travieso siempre tramando locuras. Su manera de pensar más cuerda y sensata le decía que no, que ni se le ocurriera. ¿Cómo iba a permitir que su reputación se quedara por los suelos de esa manera? Con esos impulsos nunca iba a lograr conseguir el último objetivo que le rondaba por la cabeza. Es verdad, sólo hay que buscar una mejor oportunidad.
Después de un momento de reflexión, Antonio decidió aguardar hasta ver a Marilena de nuevo. No quería arriesgarse a parecer demasiado ansioso o agresivo, y prefería esperar a que las cosas se desarrollaran de manera natural.
Mientras su cabeza se comportaba como si a la derecha tuviera un ángel y a la izquierda un demonio en eterna rivalidad, a él le tocaba la parte más difícil, mantener la mente fría, concentrarse en todos sus proyectos y mantener los pies en el suelo, pues se estaba dejando enamorar como un adolescente y bueno, es sabido que hace mucho tiempo que pasó por esa edad.
Antonio se sentía un poco desconcertado por la intensidad de sus sentimientos hacia Marilena. Hacía mucho tiempo que no experimentaba ese tipo de emoción y entusiasmo, y se sentía como si estuviera reviviendo una época de su vida que creía haber dejado atrás.
Se rió de sí mismo al pensar en cómo se estaba comportando, como un adolescente enamorado que no puede dejar de pensar en la persona que le gusta. Se sentía un poco ridículo, pero al mismo tiempo, no podía evitar sentirse emocionado y expectante.
Antonio se preguntó si estaba preparado para abrirse a alguien nuevo y dejar que sus sentimientos fluyeran, es un adulto maduro y puede manejar sus emociones sin problema, o al menos eso cree. Sin embargo, no podía evitar sentir una sensación de atracción hacia Marilena cada vez que la veía. Intentó enfocarse en otras cosas, como su trabajo y sus hobbies, pero su mente seguía volviendo a ella. Antonio se preguntó si estaba siendo demasiado cauteloso y si debía arriesgarse a expresar sus sentimientos hacia Marilena. Pero también temía ser rechazado o que sus sentimientos no fueran correspondidos.
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¿Se encontrará nuestro protagonista con la chica a la que quiere seguir conociendo?
No dejes de leer y pronto lo descubrirás. Si te gusta sígueme en mis redes @europaspy en instagram y en twitter.
Recuerda disfruta del verano con responsabilidad y precaución, con mascarilla, distancia y gel hidroalcohólico, es cierto que es una época que apetece mucho cogerse una fiesta, pero ya tendremos tiempo cuando sea menos arriesgado.
Ubicación:
Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, España
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