Hoy voy a compartir con ustedes que me leen un texto que escribí el 12 de mayo de 2.021 mientras veía una serie ambientada a principios del siglo XX en la que precisamente alguien dijo:
¿Sabes que es la primera vez que veo el mar?
Y sólo eso ya me dio que pensar, como canaria, como isleña acostumbrada a ver siempre el mar al horizonte.
Será porque nací y he vivido siempre en Tenerife, en una isla, los canarios estamos acostumbrados a movernos y ver siempre el mar en el horizonte, sin que nunca nos quede muy lejos. Nos cuesta creer que alguien del interior de la Península, en lugares donde el horizonte tiene forma de campo, campo y más campo a través, no sepa cómo es el mar sino a través de un cuadro, de una fotografía, de un dibujo, de las imágenes de la tele, o en las últimas décadas gracias a internet, el invento con el que al instante podemos conocer de primera mano como está el mundo.
Para mí el ambiente marinero, de playa, oler el salitre, y escuchar cómo las olas rompen contra las rocas y los acantilados, no tiene relación únicamente con esos dos o tres meses de verano. Para mí disfrutar del mar no está relacionado a las vacaciones de verano ni a ninguna época del año en particular, sino que tenemos el privilegio de disfrutarlo cada vez que nos apetezca, y los canarios sentimos la necesidad de mirar al horizonte y ver el mar. Porque en el momento que no lo tenemos cerca (al menos a mí me pasa) nos sentimos un poco extraños.
Pero, en aquel contexto de la serie, en los años veinte en el que apenas estaba la población conociendo la televisión, la gente no tenía medios para saber lo que era el mar, la playa, el sonido de las olas, el faenar diario de los pescadores...
Por eso hoy he querido escribir esto, porque me siento afortunada de vivir aquí.
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