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VI. La palabra más bonita

 


Antonio

Segundo día en Nueva York

Comienza el día un poco frío, por esa razón a nuestro protagonista le cuesta un poco levantarse de la cama, y es que... ¿Quién no está bien tan abrigado entre las sábanas con el frío de esa mañana y soñando algo tan... perfecto? 

Oh... no... no me reconozco... no puedo dejar de pensar en... en volver a mirarla... - pensó para sí con esa cara dulce y soñadora que se te queda cuando piensas en alguien que te gusta. - 

Para él solo es ella, ella que aún no tiene nombre, ella que se ha colado en sus pensamientos, todo su ser ilusionado por ella. 

¿En qué momento? Solo evocarla le causaba que su respiración se agitara, y que su corazón palpitara como si quisiera salirle del pecho. ¿Cómo puede ser? Nunca pensó que pudiera estar pasando a él, una persona que siempre se había considerado tan realista, ahora hechizado por aquel efecto irreal de amor. 

Pues... ¿A donde iba a desayunar de nuevo? A aquel lugar, al que tantas ganas tiene de volver. A aquella deliciosa pastelería, y con la firme esperanza de que hoy si sería el gran día, la esperada mañana en qué volvería a verla. 

Intentaba tranquilizarse a medida que se iba acercando el tan ansiado momento. En sus pensamientos estaba cuando casi se pasaba la entrada, revisó su chaqueta, la camisa y entró. 

No se equivocaba, ahí estaba, como cada día de trabajo. Sus labios más rojos, su boca más bella, el verde de su mirada más intenso, más, mucho más bonita de lo que recordaba. 

¡Buenos días! ¿Qué le gustaría al señor? - dijo Lena de buena mañana. - 

¡Buenos días! Mmm... Hoy desayunaré un café y un... - echa un vistazo al mostrador. - 

Sólo quiere verla a ella, cualquier dulce estaría bien con tan solo verla. 

En un lado ve un brownie con nueces y pepitas de chocolate de color negro y blanco.

Mmm... Hoy me apetece brownie! Es de mis favoritos. - termina de pedirle Antonio. - 

Y de los brownies más ricos que he probado - pensó mientras lo comía en una mesita cerca del mostrador. - 

Mmm... ¿Qué ingrediente secreto le ponen a este brownie, es la misma receta que los demás? - pregunta Antonio a esa chica que tanto le gusta, con el pretexto de decirle algo. - 

Bueno, básicamente... pasión y mucho cariño! - le contestó ella con una sonrisa. - 

Claro, también influirá lo que tienes delante de tus ojos. - pensó Antonio para sí, y dejó escapar un pequeño suspiro casi imperceptible. - 

Volvió a llamar la atención de la chica y le pidió un vaso de agua, y cuando ella se lo trajo le preguntó: 

¿Cree que hará buen tiempo para pasear en Nueva York esta mañana? 

Bueno, depende, el tiempo aquí es muy cambiante, y más cambiante en esta época del año, pero hoy parece que, aunque no amaneció muy soleado, el tiempo mejorará, y no hará demasiado calor. - le informó aquella misteriosa chica. - 

¿Eso cree? Y... ¿Cree en el amor? - se atrevió a preguntar Antonio. - 

¡Qué indiscreción! - pensó de repente para sí, mientras su mente se llenaba de remordimientos. - 

La chica se sintió un poco ruborizada y miró hacia un lado, pensando para sí misma que aquello que le acababan de plantear de repente le hacía parecer muy tierno a su misterioso cliente. 

No me esperaba que me hiciese esa pregunta, mi abuela me dijo una vez hace mucho tiempo que el amor es una energía muy poderosa, tan poderosa que dicen que mueve hasta las montañas - mientras contaba se quedaba con cara pensativa recordando los momentos de su niñez con la abuela. - 

¿Y qué me dice del amor a primera vista? - volvió a preguntar Antonio. - 

jajjajj sobre el amor no hay nada escrito - la pregunta le vino tan de repente a la joven pastelera, que no pudo evitar reírse un poco - Te hace vivir aventuras inimaginables. Es al mismo tiempo una bendición que te hace ser mejor persona, y una maldición, cegándote por completo. Sinceramente me produce ilusión y temor al mismo tiempo. 

No si confías en esa persona, y desea con sinceridad quererla bien, hacerla feliz, y sentir sus desdichas y sus felicidades como si fueran propias - dijo Antonio, dejando entrever su propia opinión. - 

Tiene usted razón pero... todo conlleva un riesgo, ¿Cuál es la garantía? - pregunta ella. - 

Nunca sabemos las sorpresas del mañana, y del nuevo día. Fíjate, yo mismo llegué de Roma hace dos días sin saber lo que me iba a encontrar. Eso también es arriesgar, ¡pero arriesgarse es vivir! - contestó él. - 

¿No te da vergüenza? - su mente traviesa ya estaba cavilando otra vez en el mejor momento, - llevas un rato hablando con ella y aún no le has preguntado cómo se llama. 

¡Perdón! Llevamos un rato hablando y aún no te pregunté tu nombre. - le preguntó él. - 

Sentía cierta expectación, llevaba días esperando encontrar el momento para preguntarle como se llamaba. 

Me llamo Marilena, ¿Y usted? ¿Cómo se llama? 

Me llamo Antonio. 

¿Italiana? - preguntó Antonio con curiosidad. - 

jajajaja... no, soy neoyorquina, pero mis abuelos y los padres de mis abuelos si que son italianos, y en mi familia a partir de entonces tienen una tradición... ¡Nos ponen a todos nombres italianos! - contestó Marilena, al tiempo que se extrañaba de la curiosidad de su recién conocido Antonio. - 

Marilena - pensó Antonio con una sonrisa de felicidad. - 

Al empezar el día, no sabía que ese era el nombre más bonito, la combinación de letras más artística de la historia. 

Y Lena no sabía que su admirador secreto no podía más que sentirse dichoso con tan solo pronunciar su nombre. 

Aquel día dibujó, siguió ideando nuevos proyectos, y fue a dormir con una gran sonrisa en la cara y con alegría de saber por fin el nombre de ELLA. 

Tercer día en Nueva York

Como acostumbraba estos últimos días, Antonio sacó su agenda y empezó a organizar la larga lista del día mientras desayunaba. Será un día de desayuno en el hotel y de ir directamente a terminar de organizar su primera exposición en Nueva York, hoy no verá a Marilena pero la llevará consigo. 

Marilena

Mientras, Lena y Eli se enfrentaban a otra jornada frenética en la pastelería. 

Apenas tenían tiempo de dirigirse la palabra, pero en el momento en el que había un poco más de tranquilidad, se las pudo ver hablando. 

Ese hombre ha venido a desayunar a la pastelería dos días seguidos, casi a la misma hora. Y te digo una cosa Lena. - dijo Eli muy convencida. - Hace dos días, cuando estaba solo yo, él era un cliente más que pedía y se sentaba a la mesa absorbido en sus pensamientos. Cuando te ve a ti Lena... ¡Es increíble lo distinto que parece! Un hombre dulce, tímido, tierno... - Eli tiene cara de estar pensando en lo ideal que se ve. - tierno y pensativo... ¡demasiado pensativo! 

Elizabeth era la empleada de su padre desde hacía muchos años, y como pasaban tanto tiempo juntas, lo sabían todo la una de la otra, eran confidentes, y como hermanas. Cuando algo las destrozaba por dentro y sentían la necesidad de dejarlo salir a través de palabras, ahí estaba la otra para escucharlas, ya se tardara un minuto o una hora. ¡El verdadero significado de la amistad! 

¿Tú crees? ¿Cómo lo tienes tan claro? - preguntó Marilena con curiosidad y sin salir de su asombro. - 

Tú no lo sabes, no lo has notado, porque no lo ves con la perspectiva con la que yo lo veo, él no puede evitar su timidez nada más verte, Lena - le cuenta Eli. - 

¿Pero por qué? Yo no... Yo ya... Yo no puedo... - dice Lena con una expresión de tristeza y resignación. - . Mi padre quiere que me case con el hijo del dueño del banco, dice que así se convertirá en el magnate de la pastelería más famosa de todo Nueva York. ¿Por qué tiene que meterme en medio de sus intereses de negocio? 

¡¡Lena, la vida pasa rápido, vive!! Sé feliz... ¿Lo serás con él? - le dice Eli. - 

¿Con ese engreído, machista, estirado, deshonesto del hijo del banquero? ¡Seguro que no! El otro día fui a cenar con mis padres, los suyos, y con él... ¡Por supuesto! Creo que pretenden que nos vayamos conociendo poco a poco porque quieren prometernos, y no tardarán mucho en hacerlo. Delante de mis padres se comporta como el perfecto hombre gentil, educado y generoso que todas desearían tener, pero sé cómo es de verdad. Esa noche nos dejaron solos, no fue mucho tiempo, y creo que lo hicieron adrede, y... ¿sabes qué ocurrió? ¡Me robó un beso! ¡Descarado! Le pegué una torta... Y después lo contó en la mesa, y fui yo la que me llevé la reprimenda de mi padre, y... y... - cuenta Lena a Eli llena de ira, dejando entrever todo su carácter. - 

¿Y serías feliz con... él? - Eli señala a Antonio con la cabeza. - 

Eli, ¡¡no quiero enamorarme!! Esta vez no, estoy harta... Las mujeres no necesitamos a ningún hombre para proyectar nuestros sueños o ser magnates, somos dueñas de nuestra vida. Es más, no tiene por qué estar en mis planes las mismas ideas que mi padre. Yo solo quiero ser feliz. ¿Cuándo van a dejar de concertar matrimonios? Debería de ser un asunto nuestro, soy yo quién me enamoro, y me enamoraré de quién mi corazón me dicte... - sentenció Lena. - 

Y así será... 

Por suerte, Antonio no tenía un día muy ajetreado, y decidió plasmar en su bloc un bonito recuerdo sin siquiera salir de la pastelería esa mañana. Así que lo abrió, y seguidamente de la página en la que había dibujado el Central Park, empezó a dibujar su retrato. 

La más linda, la que no conseguía quitarse de su cabeza, la que parecía apoderarse poco a poco de su corazón. 

Mientras, no muy lejos de donde se encontraba Antonio, Elizabeth y Marilena hablaban. 

Eli... tienes razón. - dice Lena. - ¿Soy yo, que después de que me dijiste que estaba detrás de mí, siento que me mira demasiado? ¿O es que hoy está especialmente descarado?

Puede que hoy se esté recreando con tu cara - dice Eli - que no soy yo la única que piensa que tengo la amiga más bonita. 

Ambos intentaban a la fuerza ignorar el sentimiento que de los dos iba naciendo. Marilena concentrándose aún más en la pastelería, y Antonio centrándose en las cuestiones que le habían llevado en un principio a Nueva York. 

Quedar... reunión hoy a las 11:00 h. - hablaba mentalmente Antonio - ¡Hoy! ¿Han pasado ya dos días? Muy a mi pesar voy a tener que irme en poco tiempo... o no llegaré. 

Pero cuando Cupido anda cerca dispuesto a lanzar sus flechas, no hay nadie que se libre de su empeño. Es así como tarde o temprano sucederá, pero claro está, ven antes el humo los que observan desde fuera, que el fuego los protagonistas del amor desde dentro... el tiempo lo dirá todo. 

Antonio paga y se va. 

¡Me voy! ¡Tengo prisa! ¡Ten buen día! ¡Nos vemos pronto! - se despide. - 

¡Adiós! ¡Buen día! ¡Hasta otro momento! - se despide Lena. - 

Se dirige disfrutando del paseo hacia Central Park de nuevo porque ha quedado en el mismo sitio que la última vez. Esta vez llega más temprano, y le toca esperar, pero no demasiado porque su socio es puntual en la llegada. 

Que bien te ves cuando no te rindes, cuando intentas e intentas hasta que algo inventas, cuando sigues hasta que lo consigues, cuando te abrazas hasta que lo alcanzas. 

@culturapositiva







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