Hola amigos!! ¡Cuanto tiempo! ¿Saben que a veces mi cabeza no puede dejar de reflexionar sobre cosas de la vida?
Cuando éramos pequeños veíamos Futurama, una serie de marcianos futuristas que trata sobre las aventuras de un repartidor de pizza, Philip J. Fry, quién el 31 de diciembre de 1999 cae por accidente en una cápsula criogénica, despertando mil años después.
Nunca imaginamos que el futuro pasase por estar siempre conectado, compartiendo todo el rato y dejando continuamente nuestra huella digital sin apenas ser conscientes.
¿Cómo es que éramos capaces de vivir sin redes sociales?
Preguntarán las nuevas generaciones, o las generaciones más posteriores a las nuestras (porque no queremos llamarnos viejos, que para vieja, la ropa, nosotros millenials 🤣🤣).
Pues porque cuando teníamos siete, ocho o nueve años no existía el concepto de compartir todo el rato tu vida. A nadie se le habia ocurrido tener la necesidad de compartir su vida con un dispositivo conectado las 24 horas del día / 7 días a la semana / 365 días del año.
Esa idea, aunque no lo parezca, es muy novedosa. Al menos tal y como la vivimos ahora.
Y... ¡cómo hemos cambiado! Ahora podemos estar días pensando en qué podemos postear en el Instagram porque hace días que no subimos nada, y nadie quiere tener sus redes sociales tan abandonadas, ¿no?
Esa noción ni siquiera se nos pasaba por la cabeza, porque a nosotros, en aquella vida con aquellos móviles analógicos, en los que solo podías hacer llamadas, mandar sms (y de pago), y entretenerte con un par de jueguitos muy básicos, no nos dió nunca la imaginación para pensar que un móvil tuviera tantas funciones como tiene hoy, como un ordenador que cabe, literalmente, en la palma de tu mano.
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