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Mostrando entradas de agosto, 2021

III. Sin dormir

Marilena E n medio de una noche oscura en la que todavía no se divisa la más mínima luz del am anecer, Lena está despierta después de dar incontables vueltas hacia un lado y otro de la cama, son las cuatro de la mañana, debería de dormir pero no puede pegar ojo. Aún no ha conseguido dejar de rumiar lo que le ronda por la cabeza.  Algo que intuye, que nadie le ha dicho, pero que su mente ha hilvanado sólo observando señales sutiles. Una decisión que tarde o temprano se destapará, y que, si está en lo cierto, le dejará sin libertad. Si... se siente como un pájaro que intenta escaparse de alguien que quiere enjaularlo.  Siente angustia, siente ganas de desahogarse con la música de su violín. Ese eterno compañero, el que no le va a fallar nunca mientras ella le siga siendo fiel.  Pero una de las virtudes de Lena es su sensatez. Sabía que tenía que aprovechar las horas de la noche que le quedaban para intentar dormir porque le esperaba una dura jornada de trabajo, el día más duro de toda la

V. Negocios

  ¡Hola! ¿Quieres saber cómo va trascurriendo todo por Nueva York? Hoy te dejo otra nueva "entrega" de mi historia:  Antonio A unque Antonio era comerciante de arte, sobre todas las cosas se consideraba ilustrador y pintor. Con toda la mezcla de emociones por las que está pasando, tiene una inspiración desbordante así que lo siguiente que hace es pensar qué lugar puede visitar para dibujar un poco en el bloc que siempre lleva consigo. Tras pensar un poco da con el lugar... ¡Central Park!  Le queda mucho día por delante, así que se dirige a visitar el famoso parque. A medida que se iba acercando a Central Park, iba creciendo su intriga por saber qué tal era, y al llegar se quedo extasiado al ver tanta cantidad y variedad de árboles, ese lugar tan emblemático de Nueva York es más grande que Mónaco y casi más grande que ciudad del Vaticano. ¡Increíble! Allí se sentó en uno de sus bancos, sacó su bloc y empezó a pasar sus páginas en busca de una en blanco donde poder empezar a di

IV. Primer día en Nueva York

  ¡Hola!  ¡Espero que te guste! Antonio H abía puesto la alarma a las ocho de la mañana, pero no le hizo falta sonido alguno que lo despertara. El sol que se dejaba ver por el gran ventanal de la habitación le despertó con una inmensa sonrisa en la cara. Su primer pensamiento, ella. Ya tenía claro a donde iba a ir a desayunar.  Te estás pasando un poco - se dijo para sí mismo - nunca habías creído en ese tipo de amor, estás irreconocible. Vete despacio, que te estás ilusionando y ya sabes que las prisas no son buenas consejeras. ¿Qué me está pasando? Tengo un buen puñado de proyectos en que invertir mi tiempo aquí, y mi cabeza sólo piensa en ella.  Pero... como todos sabemos a excepción de nuestro protagonista, al parecer, siempre hay que dejar tiempo para los imprevistos. Porque en algún lugar está escrito:  ¿Para qué quieres una vida si no la estás aprovechando? No se puede vivir con miedo toda la vida. La vida es así. Te caes, te levantas y te vuelves a caer.  Casi sin darse cuenta,

II. Y de repente... ella

Hola! Viendo las visualizaciones que ha tenido en un día el principio de mi relato, voy a seguir publicando cada vez un poquito más, espero que les siga gustando, ahí va:  Antonio L a primera vez que la vio, su cara trasmitía el cansancio que sufría después de una dura jornada de trabajo, una doble jornada para más cansancio todavía. Pero para él aquel rostro de piel clara, ojos verdes y pelo castaño oscuro le pareció su descubrimiento más bonito (además de que Nueva York le parece preciosa). Sólo la vio de refilón a través de los cristales al pasar por la calle. Pero, ¿Cómo iba a seguir paseando sin apenas intentar conocerla? Además, los dulces parecen riquísimos. Así que no se lo pensó, tenía que aprovechar la oportunidad.  ¡Buenas tardes! ¿Quería algo el señor? - le preguntó ella, que atendía desde el mostrador -  ¡Hola! ¡Buenas tardes! Verás, acabo de llegar a Nueva York. La verdad, el viaje me ha dejado con algo de hambre. ¡Qué bien huele todo! ¡Qué pinta! ¡Qué manera de abrir el

I. Una pastelera en Nueva York

R ecostado en la butaca de ventanilla de un moderno avión de los años cincuenta se encuentra nuestro protagonista, extasiado mientras observa como se va alejando poco a poco de su Roma natal y comienza a calcular las horas que le quedan para pisar por primera vez tierras neoyorquinas. Se siente ávido de aventuras, en una ciudad tan llena de estímulos nuevos y fuente de nuevas ideas para un empresario de arte como él cuya meta es obtener nuevos conocimientos y experiencias.  Para alguien con ganas de encontrar éxito en alguna parte como él, la Nueva York de los años cincuenta era como un sueño que había estado pensando hacer realidad hace muchos años atrás. Conocer la Gran Manzana había sido uno de sus objetivos desde que era adolescente, cuando se perfilaba en su interior que quería dedicarse al arte, desde que tuvo aquel sueño se planteó poder vivir grandes aventuras.  Más pronto que tarde, o al menos, así le pareció a él, pudo escuchar el mensaje de que Nueva York tiene muy buena tem