En medio de una noche oscura en la que todavía no se divisa la más mínima luz del amanecer, Lena está despierta después de dar incontables vueltas hacia un lado y otro de la cama, son las cuatro de la mañana, debería de dormir pero no puede pegar ojo. Aún no ha conseguido dejar de rumiar lo que le ronda por la cabeza.
Algo que intuye, que nadie le ha dicho, pero que su mente ha hilvanado sólo observando señales sutiles. Una decisión que tarde o temprano se destapará, y que, si está en lo cierto, le dejará sin libertad. Si... se siente como un pájaro que intenta escaparse de alguien que quiere enjaularlo.
Siente angustia, siente ganas de desahogarse con la música de su violín. Ese eterno compañero, el que no le va a fallar nunca mientras ella le siga siendo fiel.
Pero una de las virtudes de Lena es su sensatez. Sabía que tenía que aprovechar las horas de la noche que le quedaban para intentar dormir porque le esperaba una dura jornada de trabajo, el día más duro de toda la semana era el miércoles.
Marilena, por favor duerme, lo necesitas, olvídalo todo y duérmete - se dijo -.
Los padres de Lena regentan un café desde que era una niña, y ahora que ha creció ella también trabaja allí. Ayuda a sus padres en el negocio familiar. Sus padres son muy cariñosos, pero en el trabajo son serios y a Lena le cuesta que sean permisivos a veces, por eso no se permite faltar mucho tiempo.
Cuando el despertador sonó, a Marilena, que había conseguido dormir solo unas pocas horas, le pareció que el tiempo se le había pasado en un pestañeo. Se acabó el tiempo de dormir. Haciendo acopio de su fuerza de voluntad, destapa las sábanas y va al baño a lavarse la cara y comenzar su rutina de mañana antes de ir a trabajar: la crema, el café, vestirse, la ducha, el maquillaje...
En seguida está detrás del mostrador con su compañera, nunca había tenido hermanos, pero ella se había convertido en una hermana. Elizabeth era una de las personas que más la habían acompañado desde que era pequeña, a la que confiaba cada secreto, la que le daba consejos.
Uyyyy a alguien se le ha hecho la noche más larga de lo habitual - dijo Eli al verla -.
Si... si yo te contara, mi cabeza no ha dejado de darle vueltas a algo... - contestó Lena -.
Antes de que pudieran seguir hablando, el jefe entra a saludarlas:
¡Buenos días pequeña! ¡Buenos días Eli! Qué cara de sueño tienes, cielo. ¿Te encuentras bien? - pone su mano en la frente de Lena -. No parece que tengas ninguna calentura.
No te preocupes, papá, solo ha sido una mala noche - le tranquilizó Lena.-
Estoy bien, como siempre, con ganas de enfrentar otro día más de trabajo, pero también me siento un poco preocupada por Lena, ¿en serio que no te pasa nada? - preguntó Eli.-
Estoy bien ¡de verdad! - dijo Lena intentando cambiar de conversación. - Voy a pasar un paño a las mesas antes de abrir.
Déjalo, ya lo hago yo, hazte un café - dijo Eli. -
Eli... ya me hice un café esta mañana antes de salir de mi casa... - dijo Lena. -
Pues no sé de qué manera, aún no te ha hecho efecto - le dijo Eli. -
¡Para ya! ¡Deja de tirarme de la lengua! - contestó Lena. -
Aunque te pueda el cansancio, un poco de humor de la mejor persona del mundo antes de empezar a trabajar siempre ayuda.
Tras unas largas horas de trabajo...
¡Qué horror! Hoy hemos tenido el trabajo que no hemos tenido en tres días, unos días son un muermo y otros días son frenéticos, no puedo más... ! - dijo Lena soltando un paño de limpiar y mirando el reloj. -
Nena, da gracias que no tenemos la suerte de ese mendigo que pasa a veces por delante de la cafetería, al que tú una vez diste un bocadillo y tu padre luego espantó, ¿te acuerdas? - dijo Eli. -
Claro que me acuerdo, qué pena... Gracias Eli, con tan pocas palabras me inyectas siempre la dosis de positividad que necesito para afrontar el día.
A veces no es solo brillar, también es ayudar a alguien para poder brillar juntos.
@culturapositiva
Lo dices como si tú no lo hicieras conmigo jajaja - contesta Eli. -
Por fin, Lena se da cuenta de que falta relativamente poco para acabar la jornada, y justo en ese momento mira a un joven que se para y observa con entusiasmo la cristalera de la cafetería. Ese indeciso turista recién llegado a Nueva York que pasará el resto de su día queriendo llenar su estómago con estos "manjares", como a su padre le gustaba decir.
Puede que aquel le haya dado sutiles llamadas de atención, pero Lena con su cansancio apenas se ha enterado.
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