Fiestas de San Andrés 2016
Termina el mes de noviembre, rodeado de olor a castañas y vino nuevo, que se estrena por estos tiempos del año. En Tenerife se celebra en varios municipios esta festividad, pero una de las más tradicionales y arraigadas, que se disfruta mucho y es muy curiosa, es la que se celebra en el municipio de Icod de los Vinos, cuyo nombre recibe de sus buenos caldos.
A finales de noviembre las parrandas se reúnen, con los tradicionales sonidos de nuestra tierra de las guitarras, los timples, laúdes y bandurrias, pandereta, tambor, violín en muchos casos y acordeón... y con la dulce melodía de una isa, folía, polca... buenas muestras de nuestro folclore más tradicional. Desde los más chicos hasta los más mayores pasando por los más jóvenes preparan sus tablas de madera (como muestro en la imagen) para lanzarse literalmente por las empinadas calles principales de Icod como si se tratara de gigantescos toboganes.
Origen de la tradición
El origen de esta fiesta se puede entender fácilmente conociendo dos aspectos concretos: por un lado, la tradición vitivinícola del lugar y por otro, sus características geográficas.
Tenerife es una isla con gran desnivel. Desde las cumbres del volcán Teide -con 3.718 metros de altura- es lógico encontrar pendientes de todos los niveles en el recorrido hasta la orilla del mar. Esta orografía, con grandes cuestas, y como en tantos otros municipios de la isla, es la típica de Icod de los Vinos.
Icod abarca zonas de monte y de playa en sus 96 kilómetros cuadrados de superficie. Esto provoca que existan forzosamente importantes inclinaciones.
Respecto a la tradición vitivinícola del lugar, con la conquista se extendió el cultivo de la vid por las Islas Canarias. En poco tiempo sus vides fueron considerados de calidad y el Archipiélago se convirtió en seguida en exportador hacia los continentes americano y europeo. Tenerife llegó a ser la principal productora de vino de Canarias, teniendo su apogeo durante el siglo XVII.
Se dice que los bodegueros tenían por costumbre llevar los toneles vacíos desde las bodegas en las zonas altas hasta la playa, para su limpieza con agua salada, lo que les resultaba útil para eliminar los ácidos del interior, antes de introducir en ellos el mosto fermentado. Al no existir medios de transporte adecuados, los toneles se llevaban cuesta abajo como bien se podía, ya fuese rodando o sobre unas tablas. De este modo las maderas se deslizaban camino del mar con las barricas encima, protegiéndolas así de los golpes contra el suelo del recorrido.
Es fácil pensar que muchos de los que participaban en esta costumbre viesen en este sistema de transporte un medio de diversión. Y así quizás los más jóvenes se deslizaban también ellos mismos sobre las tablas donde se llevaban los toneles, o sobre las suyas propias, tomándose de esta manera la tradición de la limpieza de los barriles como un emocionante día de jolgorio. Con el paso del tiempo los transportes mejorarían y probablemente las barricas fueron transportadas poco a poco y más a menudo usando otros medios más modernos. Pero, mientras, el bajar las cuestas sobre tablas, acompañando los toneles en su camino hasta la playa, con seguridad fue una fiesta popular que se incorporó a la tradición original repetida siempre por la misma fecha.
Diferentes trabajos aseguran que la tradición surge por el antiguo trabajo de la madera. Los animales de carga transportaban una persona que iba colocada en la parte posterior de los tablones y que dirigían la madera ayudados de unos remos de faya (haya) o brezo, que les servía para frenar al final del trayecto, esquivar las piedras o dar mayor velocidad, recorriendo desde la zona alta del Amparo hasta los aserraderos o el Puerto de San Marcos donde era embarcada.
Aunque el fallecido historiador local Juan Gómez Luis Ravelo, afirmaba que "Con la conquista se extendió el cultivo de la vid por las Islas Canarias (...) Se dice que los bodegueros tenían por costumbre llevar los toneles vacíos desde las bodegas en las zonas altas hasta la playa, para su limpieza con agua salada -lo que les resultaba útil para eliminar los ácidos del interior-, antes de introducir en ellos el mosto fermentado. Al no existir medios de transporte adecuados, los toneles se llevaban cuesta abajo como bien se podía, ya fuese rodando o sobre unas tablas. De este modo las maderas se deslizaban camino del mar con las con las barricas encima, protegiéndolas así de los golpes contra el suelo del recorrido.
Aquí les dejo un pequeño vídeo:
Tengo que dar un agradecimiento a Eusebio Cabrera desde aquí que es un gran folclorista que se interesa mucho por el folclore y las tradiciones y que tiene unas envidiables manos para hacer sonar como nadie el timple. Tanto él como su hermano el gran timplista de nuestra tierra Benito Cabrera. Creo que sin él no hubiera aprendido un poquito más sobre esta tradición de San Andrés.
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