Son las ocho de la mañana, y comienza una nueva jornada de trabajo, es viernes, así que a Marilena y a Elizabeth solo les toca trabajar media jornada, además después de aquella vez que Marilena amaneció tan cansada, sus padres le han dejado un poco más de tiempo libre a la semana.
Antonio se encontraba desayunando en una de las mesitas del café, como de costumbre desde que se conocieron. Todo marcha aparentemente normal. Aunque hoy Marilena se siente un poco confundida, no sabe si quiere ver a Antonio o no, después de aquel beso robado.
Necesito hablar con usted.
escribe Antonio en un pequeño trozo de papel que arrancó de una de las hojas al final de su libreta.
¿Podría hablar con usted? Lo necesito.
escribió también Marilena al mismo tiempo en un trozo de papel de embalaje que usaban para envolver los dulces.
Cuando Elizabeth se disponía a atender a Antonio, Marilena la paró y le dijo:
Por favor, ya voy yo...
Pensaba que... - contestó Eli. -
Eli, por favor... atiende a esa otra mesa, déjame a mí a Antonio - replicó Lena. -
Elizabeth asiente y confía.
Marilena se acerca a la mesa de Antonio y le pregunta qué le apetece desayunar hoy. Y Antonio le pide un capuccino y un croissant. Antes de volver al mostrador, Marilena y Antonio se intercambian unos pequeños papeles.
Marilena lee la nota cuando se encuentra otra vez al lado de Elizabeth tras el mostrador. Ella y Antonio se miran, el mensaje de sus notas coincide, una mirada de cinco segundos de pleno entendimiento y ni una palabra.
Ahora no puedo salir de aquí, pero hoy estoy solo hasta las doce, media jornada.
- le contestó Marilena. -
La esperaré.
- contestó Antonio. -
Al acercarle el desayuno a la mesa, vuelven a intercambiar unas notas de respuesta.
Lena hoy trabaja con energía para dejarlo todo perfecto a las doce del mediodia, y Antonio saca su libreta y vuelve a organizar su cabeza con una lista y después esboza unas flores en el bloc que siempre lleva consigo mientras desayuna.
Por cierto, cuando llegue tengo que llamar a mi socio para acordar otra reunión - piensa para sí mismo. -
El tiempo se pasó antes de lo que ambos pensaban, y a Antonio y Marilena se le empezaban a notar las ansias de querer hablarse y aclararlo todo.
Eli, dile a mis padres que he quedado y que después voy a casa - le dijo Lena a Eli cuando se despidieron. -
Luego Elizabeth vio como su amiga salía con Antonio de la cafetería.
Los dos se dirigieron a un parque, un lugar bonito y tranquilo para conversar.
Señorita, creo que me debe una explicación, ya sabe, sobre el beso que me robó - dijo Antonio para romper el hielo. -
Antonio, - la voz de Marilena suena arrepentida y apenada - le suplico que me perdone, fue un acto impulsivo, una vía de escape, pensé que no iba a volver a verle.
Qué mas da, ya da igual señorita - dijo Antonio. -
No, no da igual - Marilena niega con la cabeza, preocupada. - ¿Por qué?
Porque... - y antes de se lo pudiera haber esperado, Antonio besa a Marilena. -
Fue un beso largo, apasionado, ese que tanto tiempo había estado esperando. Ese que Lena también había estado soñando en secreto.
Qué más da, si no me hubieras besado, tampoco habría pasado mucho tiempo hasta que yo lo hiciera - terminó por contestar Antonio. - No creía en el amor a primera vista hasta que te conocí a ti, me gustas Marilena, me gustas mucho.
En aquel momento, crucial en sus vidas, pasaron la delgada línea de ser el señor cliente y la señorita pastelera, a ser Antonio y Marilena.
Como si sus almas hubieran pasado toda la vida buscándose y, al fin, se hubieran encontrado.
Para el resto del mundo seguirían siendo el señor y la señorita.
Para ellos será desde este mismo momento un tú y yo, un nosotros, al menos por ahora.
"No, no puede acabar lo que es eterno,
ni puede tener fin la inmensidad. "
Rosalía de Castro.
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